Podría parecer que La Rioja solo tiene campos y campos de viñedos y alguna que otra montaña prominente. Sin embargo, los humanos también han tenido algo que ver y aportar a su atractivo con numerosos pueblos-monasterios, recintos amurallados y enclaves señoriales.
Desde CasaToc viajamos a los pueblos más bonitos de La Rioja.
1. Ezcaray
Ezcaray es un pueblo bonito que acoge a todo excursionista, por donde pasear después de una gran comilona. Sus edificios están a medio camino entre casitas humildes de montaña y las grandes mansiones de la de los pueblos de labranza como el Palacio de los Condes de Torremurquiz.
2. San Vicente de la Sonsierra
La historia apócrifa de San Vicente de la Sonsierra cuenta que este pueblo surgió alrededor de un blancón sobre el que creerse el rey de todas las vidas. Pero las vistas vertiginosas sobre los meandros del Ebro no deberían de eclipsar una visita que incluye murallas, un puente medieval, lagares y, cómo no, bodegas. O sea, buena dosis de pueblerismo y buen paseo con un acompañante inmejorable: el vino.
3. Torrecilla en Cameros
En Torrecilla en Cameros hay una protagonista clara: el agua. En forma de río Iregua cruzando el pueblo y obligando a construir pasos tan icónicos como el puente medieval. En forma de chorrillo de agua en las fuentes que riegan su casco urbano o en forma de charco subterráneo en su famosa cueva Lóbrega. Una vez secados, la visita consuce a sus diferentes ermitas, al palacio del Conde Superunda y hasta el majestuoso mirador, desde donde se controla la comarca.
4. Santo Domingo de la Calzada
Es absolutamente necesario patear a Santo Domingo de la Calzada con un mapita turístico en la mano. Lo es porque no hay gente que perderse nada de su amplísimo patrimonio, mucho más que el que uno se imagnia al cruzar sus ya de por sí imponentes murallas. Aquí hay de todo, desde una catedral románica-gótica-barroca con una torre exenta incluida hasta una plaza, la de España, que es el prototipo de plaza bella de Castilla. No faltan ni los palacios góticos como el de los Trastámara ni su famoso puente de Santo Domingo, levantado en el siglo XI para que los peregrinos pudieran acceder al centro de la localidad.
5. Briñas
Briñas tiene ese trazo iiregular de todo buen paraje rural español. El encanto de lo imperfecto, de las esquinas eclécticas, de la ausencia de ordenación urbanística clara. Y eso le dota de un don díficil de encontrar: que todos sus rincones sean bellos y especiales. La conclusión de un día aquí no puede obviar conceptos tan manidos y justos como «viaje en el tiempo» o «idílico lugar». Y entre tanto batiburrillo armonioso destaca su iglesia de la Asunción y su mítico y coqueto Humilladero.
6. San Millán de la Cogolla
Érase un pueblo a un monasterio pegado. Érase dos monasterios dentro de uno, los de San Miguel de Suso y de Yuso, famosos en la lengua española por albergar las Glosas Emilianenses, los primeros textos en este idioma. Entorno a este simbólico, señorial e imponente edificio crece este municipio que resulta imposible desasociar con su gran monumento. Sus calles, sus casas y su vida en general está marcada por su maquilladora presencia. Caminar por San Millán de la Cogolla significa acabar llegando a alguna de las imponentes portadas de ambos monasterios. Y eso no lo puede decir cualquier pueblo.
7. Sajazarra
¿Echabais de menos un castillo? Pues aquí tenemos uno. Bueno, y un pueblo a sus pies bastante monumental. Para contar con sólo 136 habitantes censados, Sajazarra ha sabido sacar partido a su pasado señorial conservando edificios tan icónicos como su castillo-palacio y otras casas palaciegas como las de los Osorio y la de los Ruiz de Loizaga. El resto de sus murallas y la puerta del Arco recuerdan que en otro tiempo fue enclave fundamental para la nobleza de la zona, que se asentó aquí ante la inestabilidad del sur durante la Baja Edad Media. Parte de este poder se conserva en su Iglesia de Santa María de la Asunción en forma de tallas góticas de gran valor.
8. Viniegra de Abajo
Estos pueblos vecinos son la sublimación de lo bonico en la altura. Ambos reivindican que en La Rioja también puede haber localidades plantadas en lo más épico de la tierra. Los prados, riachuelos y bosques de alrededor intentan hacerles sombra pero no lo consiguen. Ambas se erigen usando la piedra para todo, dotando a los parajes verdes de rojos acompañantes en forma de calles estrechas, casas humildes y ermitas solateras. Imposible elegir entre cualquiera de las dos.
9. Casalarreina
Casalarreina es otro de esos curiosos casos en los que en pocas hectáreas se aglutina mucho que ver. Pero esto no quiere decir que entre medias no haya esquinas pintorescas y parques hermosos, simplemente que todo está bien mezclado. A esta presentación solo hay que añadir que aquí los monumentos civiles ganan por goleada a los religiosos, destacando palacios como el de Pobes o el de los Condestables de Castilla, así como el puente sobre el río Orja. Ahora, el monasterio de Nuestra Señora de la Piedad se merece una circunvalación parsimoniosa en toda regla.
10. Nájera
Por mucho que parezca que Nájera no ha sabido asimilar bien el progreso ni definirse entre pueblo modelo, la realidad es que su centro histórico tiene bastante chicha. El centro de todas las miradas es el Monasterio de Santa María la Real, una versión más defensiva y amurallada de este ripo de edificio religioso. Pero que nadie se confunda, por dentro su claustro, su iglesia y su colección de sepulcros reales son verdaderas joyas requetefinas. Pero Nájera es más. Es un paseo por su jardín botánico, un recorrido hsitórico por el castillo de la Mota y por las ruinas del Alcázar y, cómo no, un garbeo vespertino de bodega en bodega.
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