Los pueblos más bonitos de Extremadura

Ni el éxodo rural ni una densidad de población bajísima podría acabar con el afán de esta región en mimar y cuidar de sus pueblos. En Extremadura hay mucho para elegir, desde pequeñas ciudades venidas a menos que aún conservan su glorioso pasado conquistador hasta pueblos serranos de piedra indestructible. Un contraste que a veces causa que a muchos pueblos se les ponga el apellido andaluz o castellano en sus descripciones. Pues no, son extremeños y en su variedad radica su atractivo.

Desde CasaToc viajamos a los pueblos más bonitos de Extremadura.

 

Trujillo, Cáceres

Trujillo es, sobre todo, la mayor injusticia de la lista de ciudades españolas Patrimonio de la Humanidad. Que este municipio no esté reconocido con tales fastos es algo incomprensible si se tiene en cuenta que tiene más monumentos que casas. Palacios renacentistas, iglesias, estatuas, murallas, castillo… y así un listado enterno de un pueblo de conquistadores que es capaz de conquistar a cualquier tipo de visitante. Subir y bajar por este cerro tan bien maquillado es siempre una aventura medieval sin caballo donde soñar ser caballeros… aunque sea a la mesa de sus orgiasticos restaurantes.

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Trevejo, Cáceres

Trevejo es un pueblo arrugado, «viejito» y decadente pero extremadamente atractivo. Es uno de esos municipios que gustan por su ausencia de asfalto y por la predominancia de una piedra gris y tristonga por todos los lados. El cénit de este homenaje a lo «viejuno» son las ruinas de su castillo en lo alto del cerro. Un monumento que, involuntariamente, se convierte en un homenaje a ese Romanticismo historicista que amaba lo destruido, lo roído por la naturaleza. Trevejo, en su conjunto, podría ser un jardín inglés de este estilo.

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Alcántara, Cáceres

Es inevitable dejarse atraer por el encanto magnético de su famoso puente romano y cruzarlo una y otra vez, pasando por el arco de Trajano de su mitad y asombrándose por tal maravilla de ingeniería. También es ineludible conocer a su hermano pequeño, el también romano puente de Segura, más sencillo aunque también impresionante. Pero como Alcántara no es solo un pueblo con un par de puentes, también merece la pena dejarse caer por lugares tan armoniosos y sorprendentes como el Convental de San Benito o la plaza de San Pedro de Alcántara.

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Guadalupe, Cáceres

Cometería un grave error, querido lector, si redujera el encanto y atractivo de Guadalupe a un mero monasterio. Sí, vale, pedazo de monasterios, pero el pueblo tiene más cosas que enseñar. Desde un parador con fama gastronómica y pinta andalusí hasta calles ensombrecidas por pasarelas diseñadas por el mismísimo Rafael Moneo.

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Jerez es de los Caballeros, Badajoz

el nombre de esta localidad no es una mentirijilla de esas propias de la etimología española. Esta «Jerez»  es de los Caballeros y cumple con buena nota todas las expectativas medievales que se la presuponen. A sus imperiales baluartes defensivos hay que sumarle un skyline dibujado por las fachadas blancas inmaculadas protegidas por tejas rojas y alguna que otra torre de iglesia que rasga el cielo con su decoración. Y luego tiene ese puntito templario que le da un «no se qué» difícil de explicar y que puede que tenga algo que ver con las energías electromagnéticas que buscaban esta Orden cuando se asentaba en un lugar.

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Garganta la Olla, Cáceres

Alguien debería de encontrar a todos aquellos denominados «arquitectos locales» y darles un homenaje por pueblos como éste. Efectivamente, el punto fuerte de Garganta la Olla es esa uniformidad y buen gusto estético a la hora de levantar cada casa. Todas con un poderoso piso bajo, una primera altura de entramado visto y una segunda con balcones poderosos desde donde saludar a todos. Y cuando uno se sobresatura de tanta ruralidad bien entendida se encuentra rincones como la Ermita del Santísimo Cristo del Humidallero o esa naturaleza que la rodea cual carretera de circunvalación y que regala estampas tan bucólicas como la cascada del Calderón o las gargantas de La Piornala y la Mayor.

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Llerena, Badajoz

La mezcla de culturas en bueno. Sí, vale, toma topicazo, pero es que le Llenera se lo han demostrado a sí mismo a lo largo de su existencia. Es inevitable respirar su esencia andalusí paseando por calles enrevesadas e inmaculadas y descubriendo detalles mozárabes en cualquier construcción. Su centro neurálgico es la Plaza de España, blanca como la nieve y de una amplitud que choca con la estrechez del resto de los espacios públicos. En este lugar se halla la sorprendente iglesia de Nuestra Señora de la Granada, un templo barroco que llama la atención por su arcada de dos pisos que se lleva el 76% de las fotos turísticas (más o menos).

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Zafra, Badajoz

Sitúense en el umbral del Arquillo del pan. A un lado, la Plaza Grande, al otro, la Plaza Chica. Dos reinterpretaciones de lo que debe ser una plaza porticada embellecida por el ladrillo visto y las paredes encaladas. Pocos lugares de España pueden prometer esta panorámica de 360º que se remata mirando arriba, contemplando ese monumento tan folclórico como es el Retablo de la Esperancita. El resto del pueblo intenta seguir con estos mandatos arquitectónicos de paredes blancas y rollo mudéjar, algo que demuestra tanto en su arquitectura civil, como la Casa Consistorial o los arcos que se levantan en sus calles, o en la religiosa, como es la Iglesia de la Candelaria. Dicho esto, todos los pasos deben conducir hasta el Palacio de los Duques de Feria, donde dar rienda suelta al placer gustativo y visual.

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Robledillo de Gata, Cáceres

En plena sierra de Gata se encuentra este pueblo declarado Bien de Interés Cultural hace casi 20 años. ¿Y como es esto posible para un municipio de apenas 135 habitantes? Pues logrando mantenerse como antaño. Las difíciles comunicaciones de este enclave le han hecho mantenerse en formol durante los años para que ahora, en pleno siglo XXI, el urbanita se encuentre con esos soportales de madera, adobe y piedra pobre donde casi hay que entrar agachado y esos puentecitos que sortean los riachuelos serranos. En términos metafísicos, Robledillo de Gata se podría considerar como la maravillosa antítesis del progreso.

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Olivenza, Badajoz

Esta mal decirlo, pero menos mal que les «quitamos» a los portugueses este pueblo tan bonito. El país vecino hizo de este enclace a orillas del Guadiana un lugar privilegiado gracias a la mezcla indiscriminada de edificaciones defensivas con construcciones más delicadas dedicadas a la vida y al culto. De esta manera, un paseo por Olivenza se resume en sortear murallas, traspasar arcos defensivos y conquistar la Ciudadela a la vez que se encuentran monumentos más finos como el Palacio de los Duques de Cadaval o la Iglesia de Santa Magdalena.

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