Pueblos blancos, tierra morena y esencia moruna. Así es Andalucía. Una tierra cuyas ciudades son básicamente pueblos a los que se les ha ido de las manos. Lejos del ahora y el presente han quedado estas pequeñas localidades de Andalucía oriental (Jaén, Almería, Granada y Málaga) que se han ocultado en las montañas y que no están en ningún punto goloso para construcciones despiadadas. Y eso nos gusta y mucho.
Desde CasaToc viajamos a los pueblos más bonitos de Andalucía oriental.
1. Cazorla, Jaén
Esta belleza jienense gobierna una sierra que lleva su nombre. Hasta aquí llegan autobuses de excursionistas que por el día disfrutan de las bondades naturales y por la noche de las gastronómicas. Pero Cazorla va más allá de todo eso. Logra de sobre colarse en la memoria del visitante gracias a un Casco Antiguo plagado de monumentos y anécdotas. Por encima de todos está el castillo de la Yedra, otro de esos fuertes árabes bien conservados que hoy se dedica a ser un museo etnográfico. Y debajo, el lío caótico de las calles invita al pateo por vicio para encontrarse con palacios y ermitas simpáticas y coquetas. Paradójicamente, su monumento religioso más llamativo es la Iglesia de Santa María, hoy en ruinas. ¿Qué tendrán las iglesias esqueléticas que tanto gustan?
2. Casares, Málaga
¡Que bien le queda a Andalucía esa fórmula de casitas blancas sobre la montaña verde! En Málaga tienen a Casares como mejor ejemplo, incluso se le llega a considerar un Pueblo Colgante por su vertiginosidad. Como no podía ser menos, no le falta esa planta árable y anárquica, ese laberinto de callejones que ni Google Maps alcanza a delimitar con exactitud y ese castillo que parece intentar poner orden desde lo alto (sin conseguirlo, dicho sea de paso). Pero, contrariamente a lo que parece, de aquí uno no quiere salir, no quiere encontrar la salida, puesto que por el camino se encuentra lugares emblemáticos como la casa de Blas Infante, la Plaza de España o, ya saliendo, el puente acueducto de los baños.
3. Pampaneira, Granada
Hay que reconocer que una de las comarcas más atractivas y con mejor fama de toda España es La Alpujarra. Será por la altitud, por la importancia natural de Sierra Nevada, por los famosos manatiales o por los mitos de alrededor de Gerald Brenan, el caso es que cautiva con solo escuchar su nombre. Todos sus pueblos, uno por uno, son de una belleza extrema basada en el adoquín gris oscuro casi negro contrastando con las paredes blancas y en las cuestas arriba tan fotogénicas. Pero puestos a elegir, Pampaneira se exhibe en pleno barranco de Poqueira como el ejemplo más guapo, mejor conservado y más cuidado de todos. Aquí, hasta los souvenirs y recuerdos que pueblan sus calles quedan bien, aportando colorido alegre a la vista.
4. Almerimar y El Ejido, Almería
Que sí, que Almerimar no es un pueblo como tal. Pero es tan bonito que no podíamos dejar sin nombrar en nuestra pequeña lista de pueblos bonitos.
Almerimar pertenece a El Ejido, eso sí no tienen nada que ver, y no es porque El Ejido sea un lugar feo ni mucho menos, sino más bien un lugar singular. Considerado como el mar de plástico, por los invernaderos de los que está rodeado, es un lugar único en el mundo debido a tres aspectos fundamentales:
– Es la única edificación humana visible desde el espacio,
– Es la única zona del planeta en la que desciende la temperatura media anual por efecto del plástico y de otros aspectos agrícolas (lucha contra el cambio climático),
– Es el sitio del globo terráqueo con mayor concentración de invernaderos por metro cuadrado, un vergel de plástico que ha dado una oportunidad de vida a miles de personas de otras partes del país y del planeta. Una torre de Babel, digna de consideración y respeto.
Almerimar no cuenta con invernaderos. Es el núcleo turístico por excelencia de toda la zona del poniente almeriense. Una zona tranquila, donde podrás pasear a lo largo de su puerto deportivo, con más de 1100 atraques; ir a cualquiera de sus increíbles playas, galardonadas con bandera azul y la «Q» de calidad; jugar al golf en su increíble campo de golf; o ir de tapas por cualquiera de sus bares, y es que una cervecita fresquita siempre sienta bien, y sí además la acompañamos de una tapa… En resumen, muchas cosas para hacer, disfrutar y ver.
5. Baeza, Jaén
La componente más chica del dúo renacentista jienense patrimonio de la Humanidad (o sea, Úbeda y Baeza) tiene más monumentos que habitantes. Al margen del listado eterno de cosas que hay que ver por narices y por buen gusto, Baeza tiene el toque distintivo de que pasó de su antiguo alcázar para ponerse digna una vez reconquistada. El centro neurálgico es su Plaza de Santa María, donde se levanta su catedral, la Casa Consistorial, la Universidad Santísima Trinidad o el Palacio de Jabalquinto. Y eso es solo el principio de una visita por un pueblo que no tiene calles, tiene galerías de arte gracias a sus puertas, palacios, iglesias y fuentes.
6. Frigiliana, Málaga
Frigiliana es el pueblo más dulce de la Axarquía. Un apodo que se lo gana día a día gracias a la única fábrica en Europa de miel de caña que se encuentra en el Palacio de los Condes de Frigiliana también conocido como El Ingenio. Y aquí acaba la anécdota y empieza lo bueno. Porque Frigiliana no es solo un gustazo para los golosos, también para los amantes de lo mudéjar, con ese casco antiguo tan característico lleno de flores y de peldaños amables. Y para romper con la dictadura del blanco nuclear siempre quedará el castillo de Lizar, el monumento más fotogénico de una localidad que, dicho sea de paso, tiene un fotón en cada rinconcito florido.
7. Abrucena, Almería
Abrucena es un pueblo de sierra situado a las faldas de Sierra Nevada y, como buen pueblo de sierra, alberga en sus alrededores preciosos parajes que llaman al paseo y a la excursión para encontrarse con la naturaleza. Uno de ellos es el área recreativa de La Roza donde podrás disfrutar de increíbles días en familia.Un municipio rodeado de naturaleza y de otros bonitos pueblos vecinos como Fiñana o Abla.
El pueblo de Abrucena es un lugar tan bello como el paisaje de su término municipal o como los vestigios de El Castillejo (un asentamiento del Neolítico), y muy en especial por la curiosa y elegante iglesia que lo domina. Sus calles se asemejan a menudo a un ovillo. Calles que se abren a una plaza, La Plaza de Andalucía, con una fuente justo en medio para poder refrescarte en los días calurosos, o donde se forman «chupones» de hielo en los días más fríos del invierno.
Un lugar precioso y tranquilo para estar en familia y con amigos. Con una gastronomía de tapas y comidas típicas que podrás disfrutar en cada uno de sus bares y restaurantes.
8. Nerja, Málaga
Este municipio reúne un gran número de elementos de interés, hasta tal punto que se ha convertido en uno de los centros turísticos más importantes de la Costa del Sol.
Su belleza paisajística abarca desde la espectacular montaña, al mar, con estupendas playas, pasando por la fertilidad de sus huertas, que convierten esta zona en un auténtico vergel.
Además de esto, Nerja cuenta con lugares inolvidables como la Cueva de Nerja, una de las más bellas y visitadas de España, de gran valor arqueológico; los acantilados de Maro, declarados Paraje Natural; y, dentro del pueblo, el Balcón de Europa o la iglesia del Salvador.
9. Trevelez, Granada
Trevelez constituye un municipio con lugares de enorme interés cultural, arquitectónico y paisajístico. Es un municipio ideal para realizar paseos y visitar sus fuentes-lavadero tradicionales o sus eras en las que se reúnen tradición y mirador natural. Igualmente se pueden recorrer los márgenes del río que se aprovechan para pescar y nadar en verano y los alrededores, en los que conocer el Molino Altero y la Acequia de Cástaras.
10. Mojácar, Almería
Cada amanecer, el pueblo de Mojácar se despierta, mira hacia la costa y se vanagloria: «Todo esto es mío» se dice contemplando las urbanizaciones y hoteles costeros donde se ha quedado lo malo. Arriba, en su feudo original, Mojácar es un pueblo colgado de la montaña donde los coches no teienen ni un hueco y donde gobierna el descontrol de sus estrechos callejones. De vez en cuando se abre algún claro entre las estrechas venas del pueblo y surgen bonitas plazas como la Plaza Nueva o la de las Flores y algún que otro mirador privilegiado.
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